Los bonsáis, como todos los árboles, absorben el agua del suelo a través de sus raíces y la transportan por el tronco y las ramas hasta llegar a las hojas. Allí, gran parte de esa agua se evapora. Este proceso se intensifica en días calurosos y secos, cuando el ambiente favorece una evaporación más rápida —algo similar a cómo la ropa se seca más velozmente al sol y con viento.

Aunque reguemos con regularidad, cuando el calor es extremo, las hojas pueden perder más agua de la que las raíces son capaces de reponer. En esas condiciones, es común que aparezcan quemaduras en las puntas de las hojas, especialmente en especies con hojas grandes y delicadas.

Para evitarlo, basta con proteger los bonsáis del sol directo y del viento fuerte, colocándolos, por ejemplo, bajo la semisombra de un árbol más grande poner una malla de sombreo que filtre la luz. Así ayudamos a mantener un ambiente más fresco y equilibrado para su bienestar.