El alambrado es una técnica fundamental en el arte del bonsái. Nos permite corregir la inclinación de las ramas y guiarlas hacia la forma deseada, aprovechando estructuras que, de otro modo, tendríamos que eliminar mediante poda. De cierta manera, el alambre sustituye la fuerza del peso natural que modela los árboles grandes en la naturaleza.

Para aplicarlo, se enrolla cuidadosamente el alambre alrededor de las ramas y del tronco, con firmeza pero sin apretar. Lo ideal es que quede un pequeño espacio entre el alambre y la corteza —por ejemplo, el grosor de una hoja de papel— para evitar que se marque. A medida que el árbol crece, las ramas se engrosan, por lo que es fundamental retirar el alambre a tiempo, antes de que se incruste en la corteza.

Actualmente se utiliza alambre de aluminio anodizado, de color cobre envejecido. Es flexible, resistente y fácil de manejar. El grosor varía según la fuerza necesaria: desde 0,5 mm para ramas finas hasta 5 mm para ramas más gruesas.

La regla de oro del alambrado es clara: no dejar huellas en la corteza. Un buen trabajo de alambrado es invisible cuando se retira, pero su efecto en la estructura del árbol permanece.